miércoles, 23 de noviembre de 2011

KM 2100 - Ciudad de (Salta - Argentina)

El camino que une a nuestro anterior destino y al de la capital salteña es hermoso. Aquí comienzan las subidas y bajadas características de la provincia y la tierra colorada a ambos márgenes del camino. El lugar elegido para acampar fue San Lorenzo, un pueblo balneario a 7 kilómetros del centro. De esta forma logramos el doble objetivo de conocer la ciudad denominada "La Linda" y escapar de los centros urbanos para el descanzo.

En nuestra estadía, decidimos ascender al cerro San Bernardo con el "teleférico". ¡Linda aventura! ¡Qué forma de transpirar, Pablito! Sin embargo, valió la pena porque la vista del valle de Lerma y la capital completa fue impagable. Desde de lo alto se podía ver cada margen de las construcciones y hasta las canchas de fútbol. Incluso las otras montañas parecían pequeñas desde ahí.

Pero para aumentar la aventura decidimos descender a pie más de 1700 escalones, según nos precisaron. Parecieron muchos más. Al llegar abajo no podíamos creer que habíamos descendido de ese imponente monstruo caminando.

Con la intención de recuperarnos, almorzamos en el Parque San Martín (el principal de Salta) y emprendimos camino hacia el cabildo local. Es increíble la forma que está conservado. Es muy parecido al de Buenos Aires, antes de que lo recortaran con dos avenidas.

El calor de esta localidad nos apuró a retornar al camping del balneario y meternos en una de sus piletas.

Recomendación: Un gorrito pa'l sol.

martes, 22 de noviembre de 2011

KM 1900 - Rosario de la Frontera (Salta - Argentina)

Arribamos a Rosario de la Frontera con la idea de quedarnos solamente una noche y seguir viaje, pero las aguas termales de este lugar, su dique, su tranquilidad y el cómodo camping del ACA en el que paramos, nos convencieron de prolongar la estadía.

En cuatro días aprovechamos para lavar ropa y, con la excusa de practicar cómo prender buenos fuegos, nos comimos un par de asaditos. ¡Así no hay panza que baje! Disfrutamos de las aguas termales y aprendimos que las hay de varias clases. También visitamos el Hotel Termas que tiene más de 200 años, y un montón de encantandores jubilados vacacionando en él.

Aprendimos a jugar a "La Loba", mezcla de chinchón y rummy, pero con cartas de póker. Los maestros y competidores fueron una amigable familia vecina del camping. Nos picaron unos extraños mosquitos y para desgracia nos enteramos que la terrible comezón que causan nos iba a acompañar durante más de siete días. Por ahora, la profecía se cumple: nuestras piernas parecen las de un niño con una brusca varicela.

Él penúltimo día en el pueblo nos enteramos que estábamos a metros del dique y no quisimos dejar de pasar. Antes de partir (literalmente) recorrimos tooodo el margen de esta suerte de laguna y tomamos la ruta hacia la parte con más altitud de la provincia, pero ese será otro capítulo más de esta historia.

Recomendación: llevar MÁS off y dejar enfriar un poco las piletas termales antes de meterse.

lunes, 21 de noviembre de 2011

KM 1700 - San Miguel de (Tucumán - Argentina)

Llegamos a Tucumán desde Catamarca a través de la ruta 38, con hermosos paisajes de montaña donde ya se empezó a notar el cambio de clima (y por consiguiente de flora). De lo árido de Catamarca a la siguiente escala, mucho más húmeda, notamos el aumento de tonos verdes en la vegetación. En la capital tucumana nos alojamos en el hostel La posta del viajero, donde estuvimos muy cómodos durante nuestra única noche de estadía. Lamentablemente, el camping municipal local estaba saqueado y no apto para acampar.

Apenas llegamos, tomamos una siesta porque el calor intenso no motivaba a realizar ningún esfuerzo. Por la noche paseamos por el centro y degustamos un "panchoque" --sabrosa fusión de pancho y panqueque--. Después siguió la relajación con unas cervecitas en el hostel y luego de unos fideos con tuco cocidos a deshora (como casi siempre), dijimos adiós a la primera jornada tucumana y la cama nos ganó.

Al día siguiente, antes de volver a las rutas, fuimos a la Cas(it)a histórica de Tucumán. Apenas la vimos nos sorprendió por lo distinta que resulta en comparación con lo aprendido en la primaria. ¡Anteojito nos mintió! Las columnas no son como una trenza, sino más bien una especie de bola sobre otra. Además, el color de la construcción lejos está de ser amarillo con puertas verdes. En el museo del lugar nos enteramos que siempre fue blanca como en la actualidad y que sus puertas son azules. El recorrido fue interesante pero las diferencias arquitectónicas no fueron la única decepción: la forma en que el museo mostraba la historia era por demás gorila, católica, vindicadora de élites y antipatria.

Lo mejor fue visitar la sala donde la Independencia de estas tierras fue proclamada. Ése salón con los rostros de los congresales ubicados como se estima que lo estaban en julio de 1816, junto al acta que resultó de aquélla reunión, fue lo más conmovedor del paseo.

Antes de despedirnos de Tucumán, recorrimos por última vez el centro, sus peatonales y plazas principales. Nos asombró el parecido con el microcentro porteño y, por supuesto, así también nos ahuyentó.

Recomendación: recorrer otros patrimonios históricos para verificar su parecido con lo aprendido.  

martes, 15 de noviembre de 2011

Km 1400 - San Fernando del Valle de (Catamarca - Argentina)

Salimos de Mina Clavero más tarde de lo esperado, por lo cual la noche nos agarró en medio del camino, y decidimos descansar en Cruz del Eje para retomar la ruta con la fresca. La estadía en este pueblo fue corta y algo dificultosa por las limitaciones del hotel al que fuimos a parar. Sin embargo, allí se gestaron las dos entradas anteriores de este blog.

Al momento de volver a las rutas, optamos por la opción más corta y la carretera 60 nos mostró su desierto árido a ambos lados. Con ella llegó lo impensado y novedoso para nosotros. Algo nunca visto se presentó a los dos costados del pavimento: las salinas y el cartelito tan esperado de "bienvenidos a Catamarca". Dicen que de esta provincia, de nombre español y apellido americano, con poca publicidad turística, uno se enamora con sólo pasar unos días. No era joda.

No bien estábamos llegando a la entrada de Catamarca, vimos a un Fiat Duna con dificultades para sostener su portaequipaje. Lamentablemente no pudimos parar a dar una mano porque al bueno del Fusca se le había cortado un resorte que hace retornar al acelerador a su punto de descanso. Así las cosas, llegamos a la capital provincial en velocidad crucero y cruzando los dedos. Ahí improvisamos un arreglo que sólo complico peor la situación porque a los pocos kilómetros el cable del acelerador dijo "hasta siempre". Con la ayuda de unas amables personas que se autodefinieron "empleados municipales" (a secas) empujamos el auto cuesta abajo y recibimos el auxilio del encargado de una gomería. ¿Qué tendrá que ver tal rubro con la mecánica? Aún no lo sabemos pero nuestro amigo se esforzó para que las diferencias de oficio no se notaran.

Con el Fusca en óptimas condiciones decidimos dejar el encuentro con Ramiro (primo de Yami) para el día siguiente y parar en el camping municipal, donde teníamos más comodidades que en la casa de todos nosotros juntos. ¡Oh sorpresa! Armamos la carpa, hicimos la zanja, miramos al lado y vimos de vecinos a un Fiat Duna con el portaequipaje doblado. Nos sonó familiar. A sus ocupantes también ya que nos habían visto renegar con la mecánica en medio del camino. Los vinos, los fuegos, las charlas, las comidas y tantas otras yerbas se sucedieron compartidas, como si fuera mandato de un camping la unión vecinal. Así, de a poco, pasaron de ser los dueños del Duna, a los autodenominados "hippies de al lado". Con esa misma naturalidad con que los eventos se suceden, nuestra estadía se prolongó por 5 días.

Finalmente, nos encontró Ramiro y nos abrió las puertas de su casa en el monte. El lugar es sorprendente. Donde a primera vista para quien no conoce no hay nada, fueron apareciendo construcciones. Ramiro nos mostró su casa hecha de barro en la montaña y también otra forma de ver las cosas.

Además, durante nuestra estadía en Catamarca --que en Aymará significa "pueblo pequeño"-- supimos visitar El Rodeo, una localidad chica y encantadora, a 1600 metros sobre el nivel del mar y con acceso por un camino no apto para cardíacos. Las vistas de montaña parecían de postal. Si bien lo más lindo fue la ruta, pudimos recorrer todo el pueblo por sus dos (o tres) calles asfaltadas y hasta tomarnos unos mates por ahí antes de que la lluvia nos corriera. Nuevamente, como en Córdoba, los lugareños agradecieron la caída de esas gotas, y nosotros, forasteros, rajamos para evitarlas.

Otra de las visitas que pudimos hacer en nuestra experiencia catamarqueña fue la subida al cerro El Jumeal. Impactante vista la que obtuvimos desde una de sus cimas.

Yami se hizo de una amiga inseparable de 4 patas que ladraba poco y jugaba más. Si bien no respondía a ninguno de los nombres que le intentamos poner, se ganó un lugar en nuestras almas difícil de olvidar.

Previa algunas compras de repuestos para reponer el almacén ambulante, emprendimos viaje hacia Tucumán. Pero eso ya será otro capítulo en la historia...

Recomendación: siempre seamos así de libres.

viernes, 11 de noviembre de 2011

Km 900 - Traslasierra (Córdoba - Argentina)

Decidimos viajar de noche para aprovechar la autopista que llega hasta la provincia de Córdoba y recorrer de día el "Camino de las Altas Cumbres" desde Carlos Paz hasta Mina Clavero, nuestro primer destino en la tierra de las sierras. Todo fue tal como lo planeamos: llegamos a Carlos Paz antes de que amanezca y no bien aclaró emprendimos la subida.

Fueron los 80 kilómetros más vistosos hasta el momento. Obvio que tampoco faltaron el vértigo de los precipicios y las curvas cerradas de la montaña. El fusca otra vez nos bancó. Parecía que (en 2da y 3ra) conocía esos senderos de toda la vida.

En Mina Clavero nos recibió Jorge que nos trató de maravilla, ni siquiera se molesto porque lo hayamos hecho madrugar. Nos quedamos con él durante tres días en uno de sus más que recomendables departamentos de alquiler. El gran Jorge además de darnos alojamiento, ofició de asador y guia turístico, y se convirtió en amigo, compartiendo cervezas y grandes charlas.

Al día siguiente conocimos Villa Dolores y comimos un asado en el dique nivelador, donde escalamos una de las sierras que lo rodean. En la subida a pie, avistamos cuervos, gallaretas y flora de la zona. Un lugar muy bello, con una vista impactante, y parada obligada para los fanáticos de los cactus.

Por primera vez, forzamos al fusca a atravezar varios kilómetros de caminos de tierra y por primera vez también apunamos su motor.

A la noche, llegó --después de varios meses-- la lluvia a Mina Clavero. No fueron muchos milímetros los que cayeron pero la tierra serrana lo agradeció. Nosotros no tanto porque justo estábamos comprando en el centro los ingredientes necesarios para un revitalizador guiso de lentejas (made in Pablo).

Recomendación: un buen amigo amigo serrano.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Km 350 - Carcaraña (Santa Fe - Argentina)

Al fin, después de tanto tiempo de soñarlo y planificarlo, empezó el viaje que da origen a este blog. Primera parada: Carcaraña, a unos 350 kilómetros por autopista desde Buenos Aires. El querido fusca se portó muy bien y hasta parece que nos quiere.

Llegamos al pueblo sin saber bien de qué se trataba y enfilamos para el camping. En la entrada misma nos anoticiamos de que había un evento importantísimo para el pueblo, justo en el camping (el único, y muy lindo, de la localidad). ¿De qué se trataba? De una carrera de kartings que finalmente ganó un joven apellidado "Ferrari".  Lo importante para nosotros, que no vimos ninguna carrera, fue que el precio de la estadía se triplicó.

¿Sobre Carcaraña? Tiene un río, un camping y un puente ferroviario en desuso. Nos gustó el pueblo, aunque estuvimos apenas más que un día. Alcanzó para degustar las empanadas de Vivi, cocinar pan casero en olla (una especialidad de Yami) y fideos, y también bordear el río a pie. El clima estuvo bárbaro. Recomendación: llevar OFF.